sábado, 19 de enero de 2008

Así inicia una historia






García Márquez explica así cuál fue el punto de partida de algunos de sus relatos cortos: Una imagen visual. En otros escritores, creo, un libro nace de una idea, de un concepto. Yo siempre parto de una imagen. La siesta del martes, que considero mi mejor cuento, surgió de la visión de una mujer y una niña vestidas de negro y con un paraguas negro, caminando bajo un sol ardiente en un pueblo desierto. La hojarasca es un viejo que lleva a su nieto a un entierro. El punto de partida de El coronel no tiene quién le escriba es la imagen de un hombre esperando una lancha en el mercado de Barranquilla. La esperaba con una especie de silenciosa zozobra. Años después yo me encontré en Paris esperando una carta, quizás un giro, con la misma angustia, y me identifiqué con el recuerdo de aquel hombre.





La casa de los espíritus, de Isabel Allende, también fue escrita para salvar del olvido una parte de su pasado:
En enero de 1981 desperté una mañana con una idea extravagante. Pensé que si ponía por escrito lo que deseaba rescatar del olvido, podría reconstruir el mundo perdido, resucitar a los muertos, reunir a los dispersos, aprisionar para siempre los recuerdos y hacerlos míos. Ya nadie me los podría quitar. Compré papel y me senté a contar una historia. cuando coloqué la primera hoja en la máquina, no sabia cómo realizar la tarea, pero sabia lo que debía escribir.(...) Deseaba hablar del sufrimiento de mi pueblo y de otros pueblos de ese atormentado continente, para que la verdad tocara el corazón de mis lectores.




A veces, una idea se desarrolla partiendo de una sola palabra, este es el caso de El Zahir, inolvidable relato de Jorge Luis Borges:
El Zahir versa sobre...una inolvidable moneda de veinte céntimos )...) Escribí aquello partiendo de la palabra "inolvidable", simplemente, porque leí en alguna parte: "Deberías oír cantar a fulano de tal, es algo inolvidable". Y entonces pensé, ¿qué ocurriría si existiese algo realmente inolvidable? (...) Y me dije: muy bien, supongamos que haya algo inolvidable de verdad, algo que no se pueda olvidar ni tan siquiera una décima de segundo. Y así, a continuación me inventé la historia. Pero salió por entero de la palabra "inolvidable".

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