lunes, 7 de julio de 2008

Memoria histórica


Hugo Izarra

España


De niños,

nos lanzábamos como bestias

contra la máquina de refrescos:

Los más fuertes, que eran

también los más incautos,

la embestían cada día a cabezazos

y siempre —siempre— perdían.


Llevábamos nuestras meriendas

en el bolsillo pequeño de la mochila;

sandwiches blancos de jamón york

envueltos en papel de aluminio

y galletas de crema que mamá

envolvía todas las mañanas

cuidadosamente.


Nos hacían caminar en fila india,

ordenados por el número de clase,

con nuestra mano derecha sobre

el hombro de nuestro compañero,

marcando el paso, guardando un

silencio impropio de aquella edad.


Nos llamaban por nuestro apellido,

nos atemorizaban, nos hablaban del

castigo del infierno, nos manoseaban

las piernas y el culo sin que nos

diésemos cuenta. Éramos demasiado

jóvenes e inocentes todavía.


Pero tenemos memoria.

Y ahora ya no pueden

hacernos nada.

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