Por Gabriel Alvarado
El Salvador
Miembro del taller de literatura de la UEES
Al final del océano, donde todo muere, aves enormes y blancas suben las cataratas, existe aquí un gigante blanco, terror de los esquimales. Más de alguno lo ha confundido con un oso polar monstruoso. Pero es un ser milenario, el vigilante atlante del Polo Norte. De entre las monumentales cataratas recoge a los desdichados aventureros que vislumbran su reino y con un afecto de hermano mayor, los toma delicadamente entre sus enormes garras, y los conduce en un transe hipnótico hasta su pirámide de hielo, donde los alimenta y los protege como a un rebaño de niños, les cuenta historias y los instruye en secretos, hasta que tiene hambre y se los come.
Al final del océano, donde todo muere, aves enormes y blancas suben las cataratas, existe aquí un gigante blanco, terror de los esquimales. Más de alguno lo ha confundido con un oso polar monstruoso. Pero es un ser milenario, el vigilante atlante del Polo Norte. De entre las monumentales cataratas recoge a los desdichados aventureros que vislumbran su reino y con un afecto de hermano mayor, los toma delicadamente entre sus enormes garras, y los conduce en un transe hipnótico hasta su pirámide de hielo, donde los alimenta y los protege como a un rebaño de niños, les cuenta historias y los instruye en secretos, hasta que tiene hambre y se los come.
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