Lya Ayala Vallejo
En estos azarosos días todos deben preguntarse que función deberían o deben desempeñar en el proceso de cambio que se hace el esfuerzo por creer que se producirá, los políticos apuestan a ser mejores políticos y los nuevos políticos, los que empiezan a nadar en esas aguas peligrosas, se proponen con valentía cumplir con su propia conciencia.
Es posible que a los artistas en general a quienes toca un trabajo diferente y una labor compleja la anterior reflexión les caiga en poca gracia. Un compromiso con el trabajo artístico es ante todo un trabajo consigo mismo; pero como uno mismo es siempre o debería ser siempre un trabajo con los otros y para los otros, no hay escapatoria alguna. No porque haya alguna obligación implícita en todo acto de reflexión humana sea esta política o artística, al fin de cuentas de ambas nutrimos la vida todos los días sin hacer uso explicito o percatarnos de ello.
El artista por esencia es un observador de la realidad propia y ajena, de eso nutre su trabajo. Por eso insisto que mezclar la politización de la realidad inmediata con la esencia y trabajo artística limita la experiencia y las posibilidades a largo plazo del artista, porque los rumbos de ella están mas allá de lo momentáneo de los acontecimientos políticos, la razón del artista es el presente como una semilla que guarda el significado del tiempo, el artista puede observar y atisbar con su imaginación, si mira con detenimiento y concentración, las bordas y ríos del futuro.
Esa es la pregunta de este instante: qué de trascendental quedará plasmado en las acciones gubernamentales hacia la sociedad salvadoreña, esto será de interés del funcionario a quien se le asigna esa labor; pero al artista, al artista le toca fundar con su trabajo la impronta de la transformación de la sensibilidad e imaginación de hombres y mujeres, su labor es acción; pero actuación creativa de alta calidad; propuesta imaginativa de profundo significado, alejada de compromisos partidarios y burocráticos.
Si, por el contrario, al artista lo llaman a trabajar en instancias o proyectos culturales, tendrá la oportunidad de hacer una labor que le corresponde como cualquier profesional que se precie de hacer eficientemente y con honradez su trabajo; y como nunca puede divorciarse de su esencia vital de creador, se esperará que le imprima un sello magnifico de alto valor humano y técnico; pero deberá tener cuidado en utilizar estos medios para apropiarse de lo ajeno que le pertenece al Estado, a la gente, en beneficio propio.
A los artistas les ha tocado tener que adosarle a su labor artística otra carrera u oficio para lograr vivir, y de alguna manera esto debe ser así, por las características que la misma sociedad le atribuye a la carrera artística; que no es diferente en otras partes del mundo; lo cual hace muy interesante que pocos, por talento y perseverancia, puedan ser artistas.
De aquí parten las expectativas que se tienen cuando un “artista” toma las riendas de una oficina pública que debe hacer funcionar programas y proyectos que permitan a la población desarrollar sensibilidad y conocimiento de sí mismo ante el mundo, esa es labor de las entidades culturales, eso humaniza e identifica a la persona con su pasado, presente y futuro.
El trabajo de las entidades culturales tiene dos partes: propiciar acciones inmediatas como certámenes, conciertos, presentaciones, publicaciones; activar las herramientas culturales; y la contraparte es o debería ser la propuesta de una visión creadora y creativa del ser humano frente a su historia particular y colectiva, esto es el cimiento que hace a una nación prospera en educación y tecnología, porque ambas se nutren de la capacidad de sus habitantes para crear con novedosos pensamientos e instrumentos su realidad física y espiritual.
Es curioso que el artista tenga las facultades de observar desde afuera y desde adentro este proceso, existen y existirán muchos políticos y muchos burócratas; pero los artistas, los verdaderos deben estar atentos a diferenciar su honestidad creativa y transformadora de la historia permanente sobre los compromisos de la historia efímera.
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