por Mauricio Vallejo Márquez
GLF
Ningún escritor de El Salvador tiene tanta incidencia en la historia política y literaria de esta nación centroamericana como Roque Dalton (1935-1975), quien además de ser un literato de enorme talento es un ícono de la revolución salvadoreña y quizá el máximo representante de la poesía de esta nación.
Además de su imagen la influencia literaria de este autor es evidente en los escritores que siguieron su camino en el intenso mundo de las letras después de él. Precisamente el duro fin de Dalton fue la consecuencia de comprometerse en la lucha revolucionaria que se vivió en El Salvador desde su declaración entre 1979 y 1991, así como la pre guerra que se gestó desde 1972, un resultado que muchos estaban dispuestos a asumir: convertirse en poeta mártir, no sólo por el gran significado que tenía para la gente víctima de la represión, y entonces se empezaron a ver llegar y partir a diversos líricos, algunos con breves publicaciones, otros con mayor presencia hasta que la muerte o el olvido silenció su recuerdo.
En los años de la Guerra Civil Salvadoreña muchos creadores tuvieron similar destino que el de Dalton. Conocimos acerca de la muerte de invaluables promesas de la poesía y la narrativa salvadoreña que en su mayoría se aglutinaban alrededor de la revista “La Cebolla Púrpura” como: Jaime Suárez Quemaìn (1950–1980), Lil Milagro Ramírez (1945-1979), Mauricio Vallejo (1958–1981), Rigoberto Góngora (1956-1980), Delfy Góchez (1958-1979), Alfonso Hernández (1948-1988) entre otros, quienes además de compartir destino también fueron defensores del socialismo y la democracia, a excepción de Quemaín quien creía en el anarquismo, pero de igual forma que los otros denunció las injusticias del gobierno de esos años. Cada uno de ellos se comprometió tanto en el quehacer de denuncia con el sueño de obtener justicia. Suárez, quien además de escritor era periodista, fue asesinado por elaborar crónicas con denuncias ante la represión y los asesinatos que a diario ejecutaban los cuerpos de represión; Lil, fue cruelmente torturada por cerca de dos años hasta que la asesinaron por formar parte de la Resistencia Nacional (RN); Vallejo fue desaparecido a la salida de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) por ser un intelectual orgánico del Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y un cuentista que denunciaba las atrocidades del gobierno en turno; Góngora murió combatiendo como guerrillero en un lugar desconocido; Hernández también falleció en combate, mientras que Delfy fue asesinada junto a un grupo de estudiantes del Frente Universitario Revolucionario (FUR) por exigir que se respetaran los Derechos Humanos.
La influencia de Dalton también se apreció en el estilo de dicha generación. Estos literatos tomaron el conversacionalismo como un estilo casi obligatorio en sus escritos por su fácil comprensión para los extractos populares de la sociedad, aunque cada uno de ellos pretendió darle originalidad utilizando ritmos experimentales donde conjugaban las palabras de uso común en El Salvador como: chiche, pacha, cipote, vergón, chivo, chero. Que podemos apreciar en el siguiente fragmento de Mauricio Vallejo:
“y te dés cuenta que funciona el baño con hierba del susto y me pongás a sudar una camiseta para envolver al cipote y quitarle el pujo que le salió por dejar destapadas las mantillas que fueron lamidas por el cadejo”.
Al igual que Dalton estos poetas adaptaron las letras con la lucha revolucionaria con la firme intención de que la ideología, la denuncia y la poesía se conjugaran y así surgieron escritos dignos de recordación como el poema de Alfonso Hernández:
“Arte poética
En cualquier pedazo de papel escribimos el poema,
En él plasmamos vida, vísceras, sueños.
Una piedra puede ser el poema,
Un niño, una madre,
Un caído con sus agujeros inundados de pólvora,
Una tumba
O una calle con su caminante lanzando su
Corazón más allá del amor”.
Roque fue capaz de elevar el panfleto a una categoría de poesía, según el ensayista Luis Alvarenga, e influenció a las siguientes generaciones de escritores salvadoreños que emprendieron camino. Aunque esto produjo serias confusiones en muchos redactores que no tenían la formación o el conocimiento que les ayudara a guiarse para conocer la diferencia entre un panfleto y un poema.
El fenómeno se repitió, aunque con mayor pasión en los escritores que surgieron entre 1986 y 1991, que no sólo evocaron el espíritu revolucionario de los poetas que les precedían, sino que se sumaron a la lucha armada, viviendo el romanticismo del momento y compartieron su tiempo el fusil y la pluma.
En sus versos demostraron que la guerra era parte de la vida común, así como cualquier poema épico; toda una necesidad de expresión, incluso más profunda porque evoca la tristeza, la impotencia, el dolor y la esperanza que esos momentos pueden brotar de los corazones y almas de las personas que viven una guerra.
Lamentablemente esta generación tuvo una duración efímera, puesto que todos ellos fueron voluntarios de los grupos revolucionarios, principalmente, de la Resistencia Nacional (RN). Y así, nombres como Amada Libertad, Amilcar Colocho, Arquímidez Cruz, que se reunían dentro del grupo “Xibalba”, apenas dejaron algunos versos que por lo terrible de la guerra civil salvadoreña han sido prácticamente borrados de la literatura salvadoreña y se lucha con ahínco por conservar y divulgar.
Firmados los acuerdos de paz el 1 de enero de 1992 las balas dejaron de sonar y los escritos de estas generaciones de guerra igual. Los nuevos planes de educación se volvieron menos acuciosos dejando para el olvido libros como La Odisea, El Quijote y la Divina Comedia, obligando a los estudiantes a conocer resúmenes de estas obras y poco a poco fueron condenando al olvido los nombres y las obras de poetas de la generación de “La Cebolla Púrpura” y “Xibalba”, aunque a pesar de lo liviano de los programas del Ministerio de Educación de esos años fue imposible negar la figura de Dalton, quien es reconocido en el mundo no sólo por su obra, sino por su vida. Así que Dalton se convirtió en el referente de los jóvenes literatos del país en la posguerra, quienes además de estudiarlo lo imitaban con la esperanza de algún día tener su nivel o simplemente disfrutando de su lectura e historia.
A pesar de los 34 años del asesinato de Roque por ajusticiamiento a manos del Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP), grupo al que se sumó, sigue presente en diferentes publicaciones, en los murales de San Salvador, en los festivales de poesía, en las canciones de los salvadoreños, en los talleres literarios. Siendo conocido no sólo por su trabajo, sino porque se encuentra estampado en camisetas, afiches, llaveros y otros recuerdos como parte de los símbolos de la lucha armada de Cuscatlán.
Roque Dalton es el escritor que representa a la literatura salvadoreña en el mundo, siendo la punta de una lanza inmensa en la que los poetas mártires aún deben salir del silencio y sumarse a la historia literaria no sólo de Centroamérica sino también del mundo. Mientras en El Salvador, con gratitud, se sigue habitando bajo la sombra de Roque Dalton.
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