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¿Debería el artista reflejar en su trabajo una postura política?, el punto importante a destacar es qué relevancia tendría esta postura en la calidad y trascendencia de la obra en la cultura nacional.
Vamos por partes a desgranar la pregunta, tomando en cuenta el momento histórico experimentado por el artista, las circunstancias determinadas por la realidad con todo y sus variaciones, integrando los elementos personales y colectivos, de los que se vale para construir la obra.
Qué sucede cuando los artistas no muestran en su trabajo artístico estas posturas de evidente “compromiso social” o, para hacerlo más complicado, de identificación con partido o ideología políticas. Hay un primer momento para analizar y es sobre cuál grupo el artista vierte su obra, a quien la destina y por qué la destina a ese grupo. Definamos, entonces, el segundo momento, si el artista posee las condiciones para ser escuchado, si encuentra las condiciones para ofrecer su trabajo a ese, digamos, grupo específico poseedor de los recursos para adquirir la obra, el grupo puede ser el mismo gremio artístico, usualmente sucede así; pero, la limitación que ofrece una retroalimentación de este tipo, parcializa la propuesta político-social a la que nos referimos.
Veamos otros aspectos, los intereses estéticos, la actividad política, la educación académica, el estrato social y posición económica propias del artista frente a la realidad experimentada, de donde sustrae los elementos para plantear y expresar su trabajo artístico, son de mucha relevancia.
Sigamos y exploremos lo siguiente: si las consignas de un periodo de guerra cambian a uno de posguerra, evidentemente para la cultura supone un desgaste de profundas expresiones en la vida de la sociedad que la ha vivido. Consideremos, también, a la cultura como un ánima palpitante y en continuo movimiento, en contracciones generales expresadas de diversas formas.
¿Cómo apuntalar el aporte del trabajo artístico en estas condiciones?, desde y bajo serias luchas personales y colectivas, para ajustarse a unas muy diferentes condiciones políticas, sociales, económicas en una cultura en proceso permanente de identificación con una realidad violenta, y aquí también no perdamos de vista, los tipos de violencia a los que se enfrenta la sociedad, desgastada, precisamente, por reacciones políticas inmorales y la inevitable integración al conjunto de naciones cada vez más cercanas, necesitadas unas de las otras para dinamizar la economía mundial.
Tomemos estos elementos en cuenta y consideremos las propuestas hechas por las generaciones de escritores aparecidas durante y después de la guerra, qué aporte han hecho a la inteligencia colectiva, condición propiciada por las expresiones de la cultura en su conjunto; y cómo lo reflejan a través del arte, como parte revitalizadora de la transformación social.
Algunos aprecian un supuesto vacío de generación, de carencia de expresiones novedosas, formas originales o equiparables a otros momentos de la historia literaria nacional; lenguajes, estilos, en suma, posturas sean estéticas, morales, religiosas y políticas, amparando la apreciación en un momento histórico distinto y complejo.
Cómo representar en la obra de arte actual refuegos y sufrimientos de guerra bélica, compromisos ideológicos, solidaridad ante el sufrimiento colectivo de la muerte, persecución, si no se tiene la vivencia; algunos todavía lo hacen porque tienen un referente personal, pero los que no lo hacen, es porque encuentran en la variedad de la temática, dada por la misma realidad cambiante, otras circunstancias ricas en significados que la reflejan, sobre todo, en una búsqueda, en un agazaparse en sí mismos y observar atentos o despistados, producto del dubitativo momento histórico, hacia la derecha, la izquierda, atrás o adelante, arriba o abajo; como una condición de apropiación de las transformaciones de la sociedad de posguerra, una manera particular de elegir, es decir, existe la variedad para elegir y se puede elegir, esa es la impresión de atomización que se observa en ambos grupos.
La claridad con la cual los artistas de guerra y después de la guerra se expresan, no deja duda de los valores existentes dejados por esta: un aislamiento junto al fuego de la experimentación reflexiva con la computadora y el internet como aliados, donde los grandes clásicos hacen presencia, los clásicos universales, por supuesto; como si haberse quedado detenidos en el tiempo, en el chispazo de la guerra, no fuera suficiente, se saltaron la literatura nacional de los grandes, y se fueron a escuchar a los franceses, los norteamericanos, los ingleses y, los universales latinoamericanos, sin olvidar a los hindúes memorables.
Con suficiente razón quieren absorber el cúmulo de valores estéticos de la literatura universal y la exprimen para saber de ella y apropiarse de la esencia de estos magníficos maestros. Aspiran a que la literatura universal forme parte de su desarrollo como artistas, su medición la hacen a partir de lecturas universales, variadas, eclécticas, ese es su parámetro. La experiencia de la cultura nacional pasa por el espejo de la cultura universal, cada vez más a la mano. Dejando lo nacional en medio de una bruma, irreconocible e irreconciliable.
Una cultura se atenaza con el sonido de las voces de quienes la crean y recrean, no hay artista que pueda sustraerse a los acontecimientos de su tiempo, su riqueza de sensibilidad y visión se nutre de lo experimentado a través de esta. La guerra de dos caminos sin alternativa, ya no existe, sino la guerra de supervivencia en la gran urbe; pero con esa no les interesa construir violencia ni convertirse en héroes, al leerlos y escucharlos, da la impresión, simple impresión, de ser olvidadizos, nada relucientes y cómodos, en fin, hasta pasajeros en la historia de la literatura nacional.
Creo, a pesar de todo, que la historia es otra, una historia menos tormentosa y simbólica; pero más compleja y rica en análisis, el arte actual refleja esa postura, esta aldea es solo un punto en la aldea global, donde se habla de sí mismo porque lo global absorbe y nulifica, donde hablar de los valores, dolores y desgarramientos en primera persona es transparentar el yo y las condiciones generadas por la cultura violenta local; a la cultura violenta mundial, donde se retuerce la palabra y se usa lo intelectual como defensa contra la ausencia del interlocutor, donde la televisión, los medios de comunicación, el nihilismo, la contradicción provocan una sonrisa sarcástica y silenciosa. Así que la ausencia de una identificación partidaria e ideológica, también es una postura política de rechazo e indiferencia, ante una cultura mutilada por la misma masa que la compone y la recompone.
¿Politización? para qué… los artistas actuales lo que sí reflejan en su obra es una postura política incolora; pero que si se lee y observa de verdad sin cortapisas, se verán y escucharán propuestas, dónde el carácter de la temática, el estilo, la forma, el trasfondo y el compromiso suelen difuminarse en contenidos impersonales, unipersonales, fragmentados, amorosos, vegetales, de corto o largo aliento, potentes o susurrantes; pero están ahí y tiene un significado dentro del proceso de transformación de la cultura.
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